¿Qué es el auto-despliegue?

Vivimos en una época en la que la tecnología es omnipresente, al grado que es cada vez más difícil -e incluso en algunos casos prácticamente imposible- evitarla. Está ya tan integrada a nuestra vida cotidiana que incluso forma parte de nuestro pensamiento, de nuestro comportamiento, de nuestra manera de apreciar y habitar el mundo.

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Una de las características de esta « sintonía » tecnológica en la que estamos inmersos es la de buscar continuamente mecanismos, métodos, herramientas, programas, algoritmos, que nos permitan mejorar el mundo que nos rodea. Evidentemente todo ello es importante, pero solo cuando es apropiado. En los últimos 200 años hemos podido ver cómo esta sintonía tecnológica ha provocado que la vida en la tierra haya cambiado drásticamente; en general la vida de todas las especies en el planeta y, particularmente, la de los seres humanos.

Así, percibimos prácticamente todo lo que nos rodea, como objetos o “cosas” que pueden ser utilizadas o manipuladas para resolver los desafíos a los que nos enfrentamos a diario; como los de inseguridad, incomodidad, inestabilidad, ineficacia, etcétera. Y esta percepción del mundo está tan arraigada que “cosificamos” todo lo vivo, incluyendo a los seres de nuestra misma especie. Por ejemplo, cuando vamos al supermercado es muy posible que la relación que tengamos con la persona que está en la caja sea completamente automática, considerándole como una “cosa” que me dice lo que tengo que pagar y ella considerándome como otra “cosa” que le permite ganar un sueldo. Y así sucede en prácticamente todas nuestras relaciones. Cosificamos hasta a las personas más cercanas e importantes, incluyéndonos a nosotros mismos.

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Es por eso que, cuando las situaciones en nuestras relaciones no suceden como lo esperamos, cuando nos encontramos ante un bloqueo, una tensión, un conflicto, un desafío; tendemos a considerar la situación como un defecto en la maquinaria, un fallo en el mecanismo, un problema que necesita solución. Buscamos herramientas, mecanismos, métodos que nos permitan arreglar o mejorar lo que está descompuesto.

Esto sucede incluso en nuestra relación con nosotros/as mismos/as. Es muy común considerarnos deficientes por todo lo que nuestros errores, fallas, caídas, comportamientos o impulsos nos han hecho sufrir y/o han hecho sufrir a nuestros seres queridos. Nos comparamos con los demás y vemos todo lo que no somos, no tenemos, todo lo que nos hace falta; y esto aumenta el sentimiento de auto-deficiencia. Es a partir de ahí que nace también esta noble idea de auto-mejora, de corregir nuestros mecanismos defectuosos, de “arreglarnos”. Sin embargo podemos constatar fácilmente cómo estos esfuerzos son frecuentemente un fracaso (las resoluciones de año nuevo son un buen ejemplo de ello). Vivimos entonces en una época de “sintonía tecnológica” con un paradigma de auto-mejora.

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El concentrarnos exclusivamente en esta percepción del mundo no nos permite ver que los cambios en los seres vivos se desenvuelven a través de lo que podríamos llamar un “despliegue”. Porque los seres vivos no somos “cosas”, no somos máquinas, no somos problemas que resolver ni mecanismos que arreglar o mejorar. Los seres vivos somos organismos complejos que nacemos, crecemos y nos desplegamos. Somos sistemas que permiten la aparición de nuevas formas, complejas a su vez, que frecuentemente nos sorprenden, nos fascinan o nos desafían. Si partimos de este otro paradigma, como seres vivos somos la expresión de la vida, de algo que en sí mismo es pleno, entero, completo. Por ejemplo, podemos pensar en una bellota, que en sí misma es ya una maravilla, plena, entera y completa. Todo lo que necesita para convertirse en un inmenso y bello roble está ya contenido en ese pequeño espacio. Después, para expresarse como roble, necesita de ciertas condiciones de luz, agua, tierra y aire. Pero ese árbol, ese ser vivo que se despliega, es pleno, entero y completo a cada instante. Lo mismo sucede con nosotros mismos y con nuestras relaciones. Somos una expresión de la plenitud y al mismo tiempo algo más grande y más pleno que nuestra expresión actual. Somos siempre una maravillosa semilla de algo más grande a expresar. El despliegue es el descubrimiento de este algo más grande que se expresa. Al desplegarnos como seres vivos expresamos la profundidad de nuestra presencia. Este es el paradigma del auto-despliegue.

En el paradigma de la auto-mejora estamos enfocados en el pasado y/o en el futuro. Lo que surge en la inmediatez del presente frecuentemente no se siente e incluso se ignora. En cambio, para crear las condiciones del auto-despliegue debemos poner nuestra atención en el momento presente, para percibir y sentir lo que está sucediendo en el ahora. En lugar de preguntarnos “¿Qué está mal?”, “¿Qué hay que corregir?”, o “¿Qué falta?” nos preguntamos “¿Qué es lo que siento ahora?” Indagamos con curiosidad, precisión y compasión. A través de esta práctica, revelamos y expresamos cada vez más nuestra totalidad e integridad innatas, tal como la bellota se despliega en un hermoso roble.

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Así, podemos ver que los conflictos que se nos presentan en tanto que somos seres vivos, tanto los externos como los internos, no son problemas a resolver, no son bloqueos o descomposturas en una máquina, no son expresiones de nuestras “deficiencias”. Son oportunidades para deshacer los nudos que impiden la fluidez y el despliegue, para descubrir nuestros recursos internos, para descubrir la creatividad de la vida. Son desafíos que nos permiten expresar la genialidad colectiva. Es importante mencionar que en el despliegue no hay una intención previa, no hay una búsqueda de acuerdos, como sucede frecuentemente en nuestra concepción actual del conflicto como problema, en la que queremos imponer la mejor solución, las recetas, métodos, herramientas para salir del sufrimiento que provoca el conflicto y sentirnos mejor. En el despliegue nos enfocamos en lo que sucede en el presente, intentando percibir, escuchar e integrar las intensas sensaciones e ideas que aparecen en nuestro cuerpo y en nuestra mente, y aceptarlas por lo que son, sin intentar cambiarlas. Confiamos en la sabiduría de nuestro cuerpo para metabolizar las emociones que se presentan. Y a partir de ahí dialogamos, permitiendo que el movimiento se instale y emerjan entonces la invención, la creatividad y la transformación. El propósito finalmente, al abordar los conflictos de esta manera, no es sentirse mejor, sino atreverse a mirar con valentía lo que está sucediendo realmente, incluyendo lo que más nos duele; y así permitir que, a su ritmo, aparezcan los frutos de la sabiduría y de la lucidez

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Pasar del paradigma de la auto-mejora al paradigma del auto-despliegue, en este mundo en el que nos sentimos defectuosos o descompuestos, es como un soplo de aire fresco.

En mi propuesta de acompañamiento, colectivo e individual, mi intención es acompañarte a florecer y prosperar, facilitando el proceso de despliegue en tu vida, tus relaciones y tus proyectos.

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